Tenía una estatura física decente, un poco de sobrepeso, y obviamente acababa de salir del reformatorio después de un episodio en el que Aet131 se estrelló accidentalmente contra un puto poste de striptease. Y por supuesto sabía, desde el principio, que no podía controlar al maldito. Era como si se excitara con la idea de tener poder sobre mí y mi cuerpo. No sé qué, fue el desenfrenado pavoneo masculino de su voz, la forma en que me tiró al suelo y me puso a cuatro patas, pero la mera visión de él, y la idea de que me abofeteara, me agarrara el culo y me hiciera daño fue suficiente para mí. Lo atrapé cuando estaba y terminé un día en mi trabajo en la compañía de electrónica. Caminamos juntos a través de la calle hasta ese lugar llamado The Air Force Exchange donde puedes comprar un honesto apartamento de ladrillo y mortero sobre ruedas. Me dio un golpecito en el hombro, asegurándose de que estaba realmente allí, y se inclinó para darle un beso. Lo odié, lo odié. Intenté chupársela mientras me alejaba, como un buen universitario, hasta que estuve bien en el pavimento otra vez, y empecé a sentir mis bolas hervir con el olor acre del coño...