Rainbowslut siempre se había distraído de la tarea que tenía entre manos por mis atenciones y al final se quitó toda la ropa para preguntarme. En ese momento Rainbowslut supo lo que siempre habíamos sospechado. Rainbowslut tomó mi verga dentro de su vagina y la bajó lentamente. Me alegré de su suave resistencia, porque ya estaba a medio camino de ella, listo para la acción. Rainbowslut se agarró a mis hombros tan fuerte que bien podría haber tenido cables de acero atascados en mi carne. No me importaba. Empecé con suaves empujones y noté que, para ella, me parecía que podría haber seguido durante minutos, si no horas, sin que ella perdiera la concentración. La zorra comenzó a gemir y llegué a mi punto de no retorno, por así decirlo. Empecé a añadir velocidad y la empujé al límite y a un delicioso orgasmo. En ese momento sólo había estado en la casa por unas pocas horas y me aseguré de bajar rápidamente las escaleras, ya que la noche aún no había comenzado. Llegué uno o dos minutos más tarde y la encontré todavía tirada en la cama, tratando de recuperar el aliento. La zorra se levantó con un gemido y me miró con una mezcla de dolor, irritación y alegría en su cara. Rainbowslut me preguntó por qué le había traído una chica de salón. Mis explicaciones tampoco fueron muy tranquilizadoras, porque revelaron que no había dicho nada más que que había estado visitando a mi compañero. .